Dicen que la infancia modela la personalidad, y en mi caso, dejó sellos grabados en mi piel como si se tratara de un hierro sobre una res. Ahora, con la perspectiva que da el paso del tiempo y mi propia experiencia, intuyo cómo se gestionaba mi familia. Una de las cosas más curiosas sobre cómo se conseguía sacar adelante a la prole era el orden de mando y la toma de decisiones:
- La que mandaba era la madre, punto.
- Mi padre y uno de mis hermanos, negociadores en base a “principios”, intentaban abrir debates. Debates que acababan con mi padre desaparecido y mi hermano llorando de rabia en su habitación.
- Mis otros hermanos tomaron otra táctica, eludían el cuerpo a cuerpo. Cuando ella se daba la vuelta, hacían y deshacían a su antojo. Luego se ganaban la reprimenda, pero ya tenían su premio en el zurrón.
- Y por último quedo yo, el directo, como un gancho de Tyson, empecé con la táctica de puñetazos cuerpo a cuerpo cual cuadrilátero se tratara. Envites que mi madre, como si fuera la portadora del cinturón de peso ligero, sorteaba sin problema. Visto que no merecía la pena, me inventé una nueva táctica. La estrategia era aprender de las maneras de mis hermano, que siempre se llevaban la reprimenda, antes o después de cometer el «delito». Además la solución incluía el camino más fácil, qué más se puede pedir: tirar la toalla antes de escuchar la campana. Cero confrontación, cero problemas.
Me puse el traje de superhéroe, cuyo superpoder era hacerse transparente en casa para no tener problemas como mis hermanos. Debajo de esa capa iba masticando todas esas derrotas por incomparecencia. Lo malo es que de tanto masticar piedras se me cambió el humor. Cambié de actitud donde podía, fuera de casa. Me convertí en un tirano. Menos mal que en esa época no se sabía de bullying, y los compañeros de clase con más personalidad me fueron “reconduciendo”.
Recuerdo esa época de transición de bebé a niño con cariño, el cariño que siempre me brindaron toda la familia. Pero también me dejó una autoestima por los suelos, difícil que no imposible de levantar. Me ha costado muchos años quitarme la capa invisible, y yo creo que alguno se ha sorprendido de mis primeras comparecencias en el ring. Pero como dicen, “Nunca es tarde si la pelea es buena”.
A mi personalidad le ha venido muy bien mirar atrás, para mejorar presente y futuro, en especial ahora que soy padre. En el libro LA PERSONALIDAD INFANTIL: ¿Quieres conocer qué personalidad tiene tu hijo o hija? de Silvia Ivonne y Chuquín Ponce, nos organiza el plan de viaje hacia el pasado para analizar como la infancia modela nuestra personalidad, y mejorar nuestro presente y el futuro de los que tienen la suerte de tener hijos.