A mi las metas que me motivan son las más altas. Cuanto más alta, más motivación. ¿Y a quién no? pensareis. Es como estar en Nueva York y elegir el edificio más alto para hacer cumbre andando, escalón a escalón. Para todos son metas importantes en la vida, de las que marcarán la diferencia. Pero, ¿qué hace que unos empecemos a subir escalones a toda leche, con zapatos y vaqueros, y otros se lo piensen?
En mi caso la diferencia es mi carácter soñador, y de gatillo rápido. En un ti-ta pongo la fábrica de los sueños a funcionar para imaginarme tocando al cielo, y los pies se me escapan tras los primeros escalones. Además, si ves en una noticia a un atleta que lo ha conseguido en 10 minutos, no hace falta más para arrancar con toda la ilusión del mundo.
El ritmo de arranque está al mismo nivel que la motivación, tocar el cielo por mis propios medios. Os podéis imaginar el resultado. Desde el piso 20 empiezo a mirar a la calle, y veo que todavía me queda un mundo, otros 66 pisos. No tengo fuerzas, el empujón inicial se ha comido toda mi barra de batería y mis piernas se niegan a moverse. Resultado, bajo en ascensor a la planta baja, derrotado.
El problema de no haberlo conseguido, ni haberme acercado siquiera a la mitad del camino, es que no quiero oír hablar de ninguna escalera más en mi vida. Autoestima quemada y más quemadas todavía las ganas de enfrentarme a otro reto.
Miro de reojo la noticia del recordman del Empire State antes de hacer una pelota con el periodico y encestar en la basura. Ahí, en la basura, ha acabado mi sueño. ¿O no? En mi mente perdura la foto del ascensor humano. Un atleta equipado con un pantalón y una camiseta de corredor de 100 m y unas zapatillas ligeras.
Y me miro a mi mismo, con mis michelines, zapatos y vaqueros, y sin energía. Si este tío ha podido, reflexiono, yo también. Lo único es que igual me propongo subirlo en 1 hora en vez de 10 minutos. O simplemente subirlo, ya iremos bajando tiempo después.
“Soñar es gratis, pero de cuando en vez hay que acomodar las metas a la realidad de cada uno.”
Antes de ponerme a subir, voy a darle un par de vueltas a la idea. Tengo michelines, pero también piernas que los arrastran y suben escaleras. Voy a ponerme a entrenar en casa, son 7 pisos. Empezaré por subir y bajar esos 7 pisos, pongamos, 4 veces. Y cada día subiré un piso más hasta llegar a 60.
Al segundo día el problema de la motivación se asoma. ¡Qué hago subiendo los pisos de mi casa! No hay nada de glamour en llegar al séptimo sin poder subir a la azotea. Tengo que pensar en un premio para mi esfuerzo: Siempre me cuesta encontrar un momento para escribir en mi diario personal, pero escribir es como mi vía de escape después de una jornada de trabajo desalentadora. ¡¡¡¡¡¡Ya lo tengo!!!!!!!! Cada vez que llegue al séptimo, premio. Me regalo media hora para escribir en el Blog. Sólo tengo que quitar media hora de uso del móvil que lo único que hace es aportar luz azul antes de dormir.
Ahora tengo la determinación del que tiene fe en sí mismo, junto con la motivación y el plan para llegar al cielo. No sé cuándo, pero sí sé que un día voy a llegar.
Ahora vamos a recordar el inicio, ¿Se puede subir un rascacielos por las escaleras? La respuesta está dentro de tí. Elige tu propio rascacielos, planifica la maratón, y date un respiro y un premio al final de cada etapa, que el camino es largo.