Hoy me he despertado con una sorpresa en la basura. Había patatas fritas dentro del cubo. Hasta ayer, yo era el Compost, el que recoge y “procesa” todos los desechos de comida, sin dejar que nada llegara a la bolsa. Pero eso ha cambiado, ¿quieres conocer la clave del cambio?

La tarde anterior recibí el mensaje de mi mujer ….  “Hoy cenamos algo rico”. La alarma sonó en mi interior. Peligro de subir de peso. Y es que cuando mi mujer dice algo rico se refiere a hamburguesas grasientas, patatas fritas y CocaCola. Y ninguna de las tres está dentro de mi marco de comida saludable. Más bien están en las antípodas.

He aprendido a pedir algo de pollo sin patatas ni bebida para que en mi plato no haya muchas calorías. Pero no es suficiente. Siempre acabo devorando las sobras de los demás. Al no encontrarme saciado con el resultado, he analizado qué me sucede cuando termino mi ración de pío-pío. ¿Cuál es la causa de que engulla las sobras de los demás?

Esa fuerza es la costumbre, desde pequeño, de que al acabar la comida no quede nada encima de la mesa, ni las migas. Y de mayor, ni migas en mi plato ni en ningún plato de la mesa. Mucho he pensado sobre esa rutina. Si sumamos el deber de no “tirar comida” a sentir que el depósito del estómago está todavía a medio llenar, da como resultado el ansia. Es una fuerza de succión que provoca llegar a robar comida de los demás platos, incluso antes de que acaben.

La solución me la dio una costumbre de unos padres que recibían visitas en una casa llena de niños. Agasajaban a las visitas con suculentos manjares. A sus hijos se les iban los ojos y la boca detras de ellos. Se comían todo antes de que los educados invitados empezaran a llenarse el plato. Así que los padres decidieron dar de cenar pasta a los niños antes de que llegaran los visitantes.

Aplicándome el cuento, cada vez que mi mujer me dice que toca comida rápida, me pongo a preparar algo en la cocina, a modo de previa. Resultado, el esperado. Cuando llega el momento de comportarse y no tomar el papel de “compost”, tanto mi cerebro  como mi estómago están listos para decir NO. Y las patatas fritas acaban en la basura.

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