Cuando nací no tenía un pan debajo del brazo. Tenía un MONTÓN de tiempo, y con ese montón sólo se me ocurrió tomar el camino fácil, quemarlo. Hacer una hoguera como quien quema billetes para calentarse en invierno. Este hábito me llevó a ser también un experto en correr en el último minuto para llegar tarde y mal a las metas que me imponían. Son las prisas de última hora del que tiene tiempo que quemar.
Estos dos hábitos esculpidos en piedra durante 4 décadas ahora resulta que no me valen. Ahora necesito todo lo contrario. Ahora necesito fabricar tiempo, porque tengo muchos «deberes», y más «placeres» si cabe, que requieren de todo mi tiempo para llegar a buen puerto. Cuando algo se quema en casa, toca llamar a los bomberos.
He descubierto que aunque sea complicado, apagar el fuego y darle la vuelta a la gestión de mi tiempo es posible. Tengo la motivación (mi familia), el plan (sustituir malos hábitos por nuevos con premio) y el equipo (esos libros en los que compro experiencia ajena). Y no nos olvidemos que sigo teniendo el tiempo, que ahora vale más que los billetes que antes quemaba.
Para rematar la faena y no andar siempre con prisas voy a tomar dos tácticas:
1.- De mi mujer voy a adoptar la preparación-planificación del día anterior: siempre acaba el día con la siguiente jornada en la mente, y en los actos. Preparar la ropa del día siguiente, la mesa para el desayuno y tener en la cabeza los objetivos del día. Porque no hay nada como empezar un nuevo día fresco, con las ideas claras y, ya que podemos elegir, cuesta abajo.
2.- De la cultura germánica me quedo con no esperar al último minuto para empezar un proyecto. Como de dijo un compañero y amigo un día, la única manera de comerte un elefante es pegándole un mordisco en cada comida.
Permitidme tomar prestada una frase de Einstein, experto en la dualidad espacio-tiempo: «El tiempo es una ilusión» . Y como digo yo, voy a vivir mi propia ilusión, con mi propio tiempo. Aunque me haya costado tiempo encontrarla, ya está encendida y me sirve de faro en los días oscuros.
Antes quemaba el tiempo en una hoguera. Ahora lo que echa humo es mi reloj vital, de lo rápido que pasan las horas cuando persigo mis metas. Y tú qué decides, ¿vivir con las prisas de última hora del que tiene tiempo que quemar o exprimir tu tiempo persiguiendo tus ilusiones?