Con 12 años mi madre decidió que ya era mayor para despertarme solo cada mañana. Vamos, que estaba harta de tirar de las sábanas y arrastrarme a desayunar. Con 16 empecé a descubrir que lo mío era más la noche, sobre todo los fines de semana. A los 18 tuve mi primera noche en plan vampiro, del tirón. Cuando salí de MI bar, el sol me sorprendió, los ojos se me saltaron de las órbitas. Tal fue el golpe de luz que tuve que volver a entrar y repetir el ritual de tomarme la última. Ahora sé que por qué los bares tienen cortinas negras.
Esta es la carta de presentación de mis despertares. ¿Quieres saber por qué me costaba levantarme cada mañana? Y lo que es más importante ¿Cómo despertar con ganas de comerte el mundo? Como siempre, lo primero, vamos a analizar el problema. Tengo tres tipos de despertares:
1.- Para trabajar, me levanto un minuto antes de fichar. Enciendo el ordenador y pego un carrerón para resolver todos que los problemas que pueda. Al de un par de horas acabo exhausto. El resto del día, no sé por qué, estoy de mal humor. Sólo tengo ganas de volver a la cama.
2.- Cuando el coraje me sale por las orejas pongo la alarma 30 minutos antes de currar. A la mañana siguiente el despertador suena, y lo pospongo 300 segundos mas. Segundos que cuento uno a uno. Y así en bucle hasta que es inevitable levantarme. Odio el sonido del despertador, pero lo oigo 5 veces antes de levantarme de la cama.
3.- Los fines de semana, el último integrante de la familia en llegar me despierta con un lametazo en la cara, mientras sus patas me golpean todo el cuerpo. Antes del can, levantarme de la cama el finde sólo sucedía tras despertar, darme la vuelta y pasar un par de horas extra de sueño. Cuando me dolía la espalda tanto que no podía aguantar tumbado me levantaba para estirarla.
Para describiros la magnitud del problema os relataré tres decisiones vitales:
1.- Dejé de jugar a baloncesto porque los partidos eran siempre el Domingo a primera hora. Solo deciros que jugar con la pelota naranja ocupaba el segundo puesto en mi ranking de gustos vitales.
2.- Dejé de ir a las clases en la Uni cuando me tocó el turno de mañana. Estudiaba “otras facetas de la vida” por la noche. Lo que para los demás era la comida para mi era el desayuno.
3.- Quemo las horas del día como billetes de papel moneda, esperando a que llegue la noche. Mi entorno está lleno de relojes para medir cuanto tiempo ha pasado de este día que no me sirve.
Abracé la costumbre de alargar la noche para festejar primero, ver maratones de sagas y series después. Y por qué no reconocerlo, para intentar llegar al límite de videos que deja ver Youtube en una noche. Tranquilos, he comprobado que no hay límite, el servidor no se cansa. El límite está en vuestros ojos.
Dejémonos ya de historias y vamos al lío. El problema es común en todas las situaciones. No me cuesta nada alargar la noche, pero odio los despertares. Resulta que cómo me despierto condiciona todo mi día, N.E.C.E.S.I.T.O. despertarme bien. Ahora mis días tienen un precio. Estoy harto de parecer un zombi 12 horas al día, hasta que me caigo en el sofá después de cenar. Tengo la motivación.
La solución, pues de momento no la sé, solo le he puesto nombre y apellido al problema. El mal habito ya esta en la jaula. Ya solo me queda mandarlo al zoológico y buscarle un buen sustituto. Para resolver la ecuación, primero voy a mirar dentro de mi. Seguro que hay algún día que ne levanto con ganas. Y si, ahí están esos raros días:
– Las jornadas de vacaciones, en especial el día de emprender viaje.
– Navidad, ya que todavía conservo la ilusión de abrir los regalos.
– Esos fines de semana en los que aparece un plan nuevo.
Todos estas tandas de 24 horas tienen en común la noche anterior. No me cuesta nada irme a la cama pronto, para “coger fuerzas” y que llegue la mañana siguiente cuanto antes. Parece obvio, si me voy a la cama ilusionado, me levanto con ganas. Pero tengo malas noticias, no todos los días pueden ser vacaciones o navidad. De hecho, la mayoría de los días no lo son. Son jornadas de rutina, trabajo, extraescolares, revisar deberes, preparar cenas y vuelta a empezar.
Asi que tendré que empezar tirando del comodín de la llamada. Y en este caso quien coge el teléfono está cerca. Es mi mujer. Mientras todavía duermo, mi mujer se ducha, se viste y desayuna en paz. Todo lo tiene listo desde la noche anterior. Yo me despierto una hora después como una paloma sin cabeza. Si quiero imitar su manera de empezar, no me queda otra que robarle sus hábitos.
Ya tengo la mañana cuesta abajo, pero aún así tengo que ponerme el buzo de trabajo y dar los primeros pedales. ¿De dónde saco ese primer impulso? El comodín de mi propia experiencia quizás me pueda ayudar.
¡¡¡¡¡ Ya está!!!!!!!!!!!!!! Todas las noches, después de cenar, voy a pensar en algo bueno del día siguiente, una actividad dentro del plan que me pueda ilusionar. Lo visualizo una y otra vez hasta que me duermo. No os lo vais a creer, pero desde que practico las noches de ensueño, ya no necesito despertador.
¿Tenéis vuestro propio sistema para despertaros dando un salto? ¿Os vendría bien profundizar en un método con el que conseguir que cada mañana sea una Navidad? Mandarme un email a hola@aquiyoahora.es y lo comentamos.