¿Alguna vez os ha pasado que una jornada que fluye con armonía se tuerce después de un evento desafortunado? Con el paso de los años me he vuelto un experto en meterme entre nubarrones y tormentas, pero sin saber cómo darle la vuelta a un mal día. En mi caso suele ser con las mismas personas o en las mismas situaciones, me explico:
1.- Alguien desconocido cruza una de mis líneas rojas. Tengo unas cuantas que me rodean y me “protegen” de las personas tóxicas. Por ejemplo, que detrás de un mostrador de atención al cliente me traten como a una vaca a la que meter en el establo, que no me dejen soñar despierto y surjan reacciones negativas ante mis ideas locas, o que se meten con mi familia. La lista no acaba ahí, pero no es plan de aburrir.
2.- Aparece un factor externo que absorbe mi energía positiva y me hunde en la tristeza. Por ejemplo, que me bloquee con el proyecto con el que estoy ilusionado, varios días seguidos lloviendo o un problema de salud que me deje tirado en la cuneta unos días.
Mi mujer está siempre cerca, y con aguante infinito para soportarme y animarme en cada día que se me torna oscuro. Me dedica frases como “Mira a ver, que el día de hoy se pasa y no vuelve”, sumado a un mucho de cariño y otro tanto de comprensión. Ella sí que sabe cómo darle la vuelta a un mal día. Y cuando me ve volver a sonreir acaba encaminando mi aprendizaje: “Escucha, que no voy a estar aquí siempre para quitarte la nube negra de encima”. Como siempre, tiene toda la razón. Gracias a ella los nubarrones se despejan y acaba saliendo el sol otra vez, pero ya va siendo hora, después de muchos años juntos, que vaya aprendiendo a mirar por encima de la dichosa nube yo solito.
Me puse a darle vueltas al asunto uno de esos días en los que la historia de dinámica negativa se repetía. Estaba harto de repetir el mismo patrón, como el día de la marmota. El cambio empezó con la pregunta de siempre: ¿Qué puedo cambiar yo para arreglar mi problema?
Primero: busqué un poco de autoestima en mi vacío depósito para arrancar hacia un gran cambio.
Segundo: me puse en el lugar de las personas que están enfrente cuando me enfado, y me vino a la mente el comportamiento de algunos personajes de la tele: el Pato Donald, el enanito Gruñón de Blancanieves, el doctor Jekyll y el señor Hyde, La cosa, Angry Birds o John McEnroe.
Tercero: Analicé mi manera de comportarme en mis dos círculos:
- el íntimo, que me permite mostrarme como soy, con mis momentos de frustración que me cuesta soltar.
- el resto del mundo, al que sólo le vale la cara sonriente y la boca silenciosa, pero con el que me muestro irascible a la mínima.
Cada cultura y cada familia tiene sus peculiaridades. En mi sociedad no se permite exteriorizar un enfado. A mi me sirven para soltar estrés, pero mis compañeros lo ven como una falta de autocontrol imperdonable. Esto implica que cada vez que interactuamos se ponen el escudo y están esperando mi ataque de ira, que irremediablemente suele llegar. Ahora me toca aprender a controlarme y aunque el de enfrente lleve escudo y sable en las manos.
Cuarto: analizar las situaciones en las que me transformaba en la “Cosa”. Visualizar las situaciones en las que pierdo los papeles no fue para nada complicado, lo difícil era reconducir mis pensamientos. Antes, cuando tenía un problema de ira, seguía rumiando todo el día la misma frustración, focalizando mi enfado hacia la persona que la desencadenó. Acababa portándome igual con todos los se cruzaran por mi camino. Ahora paso el resto del día pensando en actitudes que me permitan no enfadarme desde el principio. A base de repetir las escenas en mi mente con la actitud positiva estoy consiguiendo reconducir la ira hacia la alternativa del «buen rollo». Dar 20 vueltas sobre cosas triviales hasta que los demás tengan a bien hablar de «lo importante». Y si no quieren hablar, mejor no profundizar. Bandera roja, retirada, y a esperar vientos más favorables.
Sigo necesitando de mi mujer, pero cada vez son menos los días de nubarrones. Lo ideal sería cambiar de entorno para empezar de 0, con mi imagen ante los demás por modelar con mis nuevas herramientas. Pero ya tengo muchas raíces, y me toca remar contra corriente para lavar mi imagen. ¿Quién quiere una vida fácil?
Sobre cómo darle la vuelta a un mal día hay mucho escrito, será que no soy el único en esta encrucijada. Yo recomiendo el libro Gestión de la ira: Cómo darle la vuelta a un mal día, dominar sus emociones, y eliminar el estrés y la ansiedad, incluidos consejos sobre el autocontrol, autodisciplina, PNL e inteligencia emocional. Presenta un método sencillo y directo para mejorar la gestión de la ira.