El primer equipo del que formé parte fue mi familia. Mis padres remaban por todos y los hijos hacíamos lo que podíamos. Pasé por el euipo de basket del cole sin gloria, era un equipo hecho para ganar partidos, y yo estaba hecho para quedarme en el banquillo. La primera cuadrilla con la que empecé a salir estaba formada casi por completo por chavales con la mayoría de edad en el carnet de identidad y los bolsillos llenos del dinero de sus curros de verano. El más vivo de todos nos había ido eligiendo de entre los balas perdidas de su entorno. Y yo creo que primó la cantidad que la calidad, lo digo principalmente por mi. Fui descubriendo que sin un buen equipo no se llega muy lejos, y en un mal equipo, simplenmente, sobras.
Con el tiempo el pegamento se echó novia y la cuadrilla restante se fue disgregando, como una balsa de troncos que va perdiendo unidades a lo largo de su discurrir por el río. Cuando me di cuenta yo era el último tronco de la balsa, y acabé ocupando un taburete de 10 a 1 en la barra de en un garito cuyo dueño tuvo a bien a acogerme. A la 1 llegaban la mayoría de clientes y yo cambiaba mi barra fija por las tragaperras en otros antros.
Afortunadamente conocí a más amigos de fiesta, y tras no pocos tumbos, cai de pie en una cuadrilla que acaba de perder a dos integrantes. En esta cuadrilla, tras el filtro del tiempo, quedamos los que formaríamos el Equipo A. La cuadrilla tenía un código no escrito, como la constitución inglesa:
- Íbamos de frente, sin curvas ni rodeos
- Bueno, de frente de día, pero el final de la noche y tras los efectos de tomar 15 botellines de la que nos pirraba sumados a unos cuantos chupitos, las calles se empezaban a torcer.
- Lo primero, segundo y tercero era la fiesta. Lo de ligar era de cobardes.
- La banda sonora de la cuadrilla era Heavy, Bisbal y los triunfitos no ganaron ni una centésima de cuota de audiencia de nuestras tv.
- La cerveza se tomaba con cuchillo y tenedor, de primero Voll y de segundo Damm.
- No había ningún lider predefinido, el que tenía el día inspirado era el rey.
- La cuadrilla no era cerrada, si venía alguien con ganas de fiesta era bienvenido.
Con ellos he aprendido que el equipo ni se compra, ni se elige, surge por afinidad. Que sin un buen equipo no se llega muy lejos, y en un mal equipo, simplenmente, sobras. También me enseñaron que el dinero no es un fin, sino un medio para conseguir cosas, que bien elegidas, te acercarán a la felicidad. Aprendí que en un equipo todos reman hacia la misma direcccion, y que si cada uno coge su remo y rema lo que puede al mismo ritmo, al final, se llega.
En mi vida he ido conociendo otros equipos después del fiestero:
- El del trabajo duró poco, con el sueldo, los egos y las ganas de ascender por el medio.
- El de familia, cada uno hace su vida, pero se junta cuando hay algún problema.
- El que formamos mi mujer y yo, y poco a poco vamos arrastrando a nuestro hijo hacia nuestro lado oscuro.
Resumiendo, si tienes claro a dónde quieres llegar y para qué, has hecho un plan a prueba de imprevistos y cuentas con equipo que reme palada a palada, pasito a pasito, todos a una.